TEXTO DE ALFREDO DEL POZO SOBRE LOS RECUERDOS DE LOS VECINOS DE LA PARROQUIA

Hace unos años (2003) Alfredo publico estas paginas que traemos de nuevo a la web collanzo.com , las cuales terminaban del siguiente modo :

Como colofón al relato dedicado a la Parroquia (Llanos, Santibáñez, la Fuente, Collanzo y Cuérigo), quiero agradecer el recibimiento cordial y atenciones (extensible a todos los convecinos del Alto Aller) que me han sido otorgados con alto grado de altruismo y de forma desinteresada, prestándome todo el apoyo moral del que estaba muy necesitado en momentos decisivos, el tiempo comprendido entre el otoño de 1978 y 13 de junio de 1983.

Ese año 1978, entre plazas vacantes de Veterinario Titular elijo Alto- Aller, profesión desempeñada durante unos tres años, circunstancia por la que me consideraba un neófito, siempre que los quince años anteriores los había dedicado a la docencia en Moreda y Avilés, respectivamente. Por eso he de confesar con sinceridad que si primeramente he aprendido mucho de millares de alumnos que pasaron por las aulas, posteriormente tengo a bien reconocer que también he aprendido de los clientes ganaderos del Alto- Aller.

Piedras blancas 31 de enero de 2003

Vayamos al texto pormenorizado de nuestro amigo Alfredo(D.E.P.)

A la parroquia de Santibáñez

Cuérigo – Alfredo del Pozo García

Alfredo del Pozo, antiguo profesor en la Academia San José de Moreda y Avilés, ha plasmado en la página web de Collanzo sus experiencias en esta parroquia, con descripción detallada de familias y sus miembros. De ese trabajo hemos echado mano, y lo hemos trasladado, con su permiso, naturalmente, a estas páginas, porque son de sumo interés.

Son tantas y tantas personas cuya biografía ocuparía incontables páginas digan que tuviera que elegir y destacan algunas de ellas, permítaseme transcribir al papel aquellas que permanecen en el recuerdo, pese a que muchas han de quedar en el tintero, en contra de mi voluntad.

Como observareis, en el transcurso del relato se atisba cierto tono de genealogía bíblica.

El que suscribe, Cucu el de Collanzo, Fredín el de Josefa o Fredacu, tiene la enorme satisfacción de leer, con la «venia» de los concurrentes, este mensaje, recordando personas y familias con los que hemos convivido en paz y armonía al lado de otros que se han ido instalando en Collanzo procedentes de distintas localidades.

Comenzaremos por Doña Isabel con sus hijas como Chavela o Maruja, esposa de D. Faustino Riesgo, ilustre médico que ejerció muy dignamente la profesión con altruismo y abnegación.

Alfonso e Ignacio Huerta, este conocido con el sobrenombre de ICE, con el título nobiliario de Marqués de Vegalloba, habitual consumidor de las escurridizas anguilas pescadas a mano por Santiago Hevia, mi hermano Tino, Josefín de Llanos, entre otros, y vendidas a Ignacio a precio de oro.

La extensa y llana finca de Vegalloba famosa en toda Asturias por la gran Gira campestre organizada por Educación y Descanso de Mieres un 18 de julio de los cuarenta.

Anécdota: la noche anterior a la Gira, una pareja de moros, afincados en un cuartel de Santullano, fueron los responsables de la vigilancia y salvaguarda de las bebidas y demás mercancías depositadas en la cuadra.

Pues bien, a estos dos morinos se les ocurre encender una hoguera chamuscando un trozo de pradera ante el consiguiente del enfado de Ignacio. De ello surgió la canción con la letra siguiente:

» El prau de Vegalloba

quemáronlu los moros.

Para comprar un traje

Vas a la casa todos»

rumbala rumbala rum

«Por el prau de Vegalloba

Pasaba un dirigible

Tirando papelines

A un Caudal invencible»

rúmbala rum

Otro hermano de doña Isabel, Alfonso e Ice, fue Domingo, residente en Santibáñez, sempiterno monaguillo de la iglesia, siendo párroco D. Pablo, y a su vez padre del incondicional y fiel amigo de todos Santiagón, quien en 1980, 81, 82, y 83 descendía el camino del cuartel carraspeando y tosiendo intencionadamente a las 8 y media de la mañana en punto, al objeto de despertarme

Cuando yo dormía plácidamente en «la casita de papel» o «casita de Blanca Nieves», edificada a la vera de dicho camino.

Desde Mahón, sentado frente al castillo en donde estuvo recluido militarmente, le remito una tarjeta, con el remitente «Ayuntamiento de Mahón», Al regreso, agradece el detalle y pregunta si recibí la respuesta. No, le contesto. «Pues yo te escribí al Ayuntamiento de Mahón. Como tú andas pero toes partes creí que tabes allí trabayando».

En este castillo estuvo con un amigo cuya dirección es esta:

Amadeo Marcos Rivas

La Pinilla – Obregón

Santander

Le prometí indagar sobre su paradero, pero no ha sido posible.

En otra ocasión me remite una postal desde Nueva York con la Estatua de la Libertad, simpática dedicatoria incluida.

Adela y Corsino, padres de Adelina, Clarina, Chuso, Alfredo y Tonin, y regentando este último el afamado restaurante que lleva su nombre. Precisamente Adela fue quien bautizó mi casita como «la casita de Blanca Nieves», con un solo enanito dentro de la misma, vigilado y custodiado por una perra dálmata, llamada la «bellísima persona», acariciada y mimada por los niños y niñas de la escuela atendida por la hija de Rita y  Ángel, María  Esther . Dos hijas de Ricardo Velasco se entusiasmaban con admiración al acariciar la perra, sobre la cual, según rumores, la profesora encomendó a sus alumnos escribir un ejercicio de redacción.

Rita, hermana de Baltasar y Lucianín, hijas a su vez de Santos y Adelaida, venidos de Felechosa.

Anécdota: contando 16 o 17 años de edad varios jovenzuelos nos acercamos a San Pedrín de Pelúgano. Era medianoche y aún no habíamos regresado de la fiesta. Hallándose Baltasar tomando tranquilamente el fresco sobre la acera de casa Morán se acerca ni madre Josefa y arrea unos cuantos cachetes en tanto le soltaba un discurso recriminando la conducta. Se interrumpe la avalancha al identificarse Balte así: «Josefa, soy Baltasar el de Adelaida, nun soy Fredín». Al parecer la vestimenta de ambos era del mismo color. ¡Gracias amigo, me has librado de una soberana lluvia de correazos, siempre esquivados.

Baltasar, te erigiste o fuiste elegido por la juventud de Collanzo como intermediario en la adquisición de entradas al cine Covadonga-Moreda, algún domingo o días señalados. Como quiera que estudiara bachillerato en la Academia Aller, médico y hasta los encargos, por lo que siempre fue ejecutivo de la acción con la particularidad de que reservaba una concertada comisión, o no concertada. El caso es que a ti dudo te quedaste «perrona alguna de la época».

Angelín Nespral habitó con su madre Segunda la misma vivienda, casa Felicidad, en una de cuyas habitaciones he venido al mundo.

Felicidad del Carretero, esposa de Manuel, a su vez padres de Manolín, José, Fili, Javelita, Clarina y Maruja, ahijada ésta de mi madre, Celia y Virtudes, pertenecen a una familia de la que relataré alguna anécdota.

En los años de la pertinaz sequía o posguerra, cierto día en el establo de Felicidad, al fondo de la ferretería Velasco, extraía del interior una vuelta de chorizos, paulatinamente engullidos en nuestra cuadra camino del cuartel por un grupito de compañeros. La vil acción se repitió alguna vez más, hasta el cierre hermético de ventanilla y puerta impidió llevar a efecto más incursiones.

En otra ocasión ya con 22 años de edad, nos reunimos para deliberar, Cima, Tocino y Valladolid, soldados pertenecientes al destacamento de transmisiones ubicado en el cuartel. Determinamos pasar el martes de Carnaval en el baile de Llanos, a la luz de un «Carburo». La nieve caía copiosamente. Los soldados portaban sendos mosquetones con munición, armamento que utilizamos para disparar a través de un hueco al grupo de cacareantes gallinas, de las que sacamos dos moribundas.

Antes de proseguir diré que Cundo el de Florinda, en el exterior del salón de baile, pidió que se le permitirse disparar al arroyo de al lado. Se expresaba así: «Dexaime tirar un tiru». Disfrutó de lo lindo.

En cuanto a las gallinas fueron apresados en casa Guillermino – plaza del ganado – Cabañaquinta, siendo invitados dos guardias civiles, Jacinto el guardia uno de ellos. El otro invitado dice: «va, como ezte ez eztudiante de Veterinaria, noz trae laz gallinaz muertaz de la pezte». «¡Pero están muy buenas!» Exclama finalmente. Les dijo la verdad de lo sucedido, su procedencia y método sanguinario criminal empleado. Jacinto, incrédulo, se entrevista con Felicidad, mas la pobre y buena señora negó todo, saliendo en mi defensa. ¡Cómo olvidar los detalles de tan bondadosa vecina!

Virtudes, esposa de Antonio Solís (Pancho), hijo de Pancho la Cantina, así como Manuel, Rosaura, Milagros, Ofelia y Marujina, tan preocupada esta por la inapetencia de hija Berta, de ocho años en el año 1979.

Pancho dirigía la explotación del Calero, frente al prado Fabarín, de la que extraía materia prima para la elaboración de cal viva.

Hombres serio, jocoso y socarrón, eterno jugador de partidas de tute en el bar Morán, y que además regenta la cantina del vasco, frente a la cual había una bolera en la veíamos jugar a Josefin, el revisor, o sea José Suárez el artista, ex-alcalde de Aller, y muy cerca se hallaba la placa giratoria, sobre la que daban vuelta las máquinas de vapor, manipulada por Epifanio, Miguel de Linon  y por los guajes que merodeábamos a menudo por allí prestando ayuda a los ferroviarios. En

Antonio Solís – Pancho hijo

Entretenedor oficial del pueblo, por su gracia y peculiar coloquio, otra de tantos entrañables amigos, del cual se podrían llenar muchas páginas de un libro. Me limitaré a narrar alguna anécdota.

Alquilamos sendas bicicletas a Ramón el Jefe, una de ellas para adultos, llamada «la funerala», y otra diminuta infantil. Pancho es el conductor de la funerala y yo sobre la pequeña. Nos paramos en Levinco y a continuación subimos hasta Pelúgano, trincamos media y media triplicada, y al regreso, descendiendo, junto a la cantera de David Castañón, Pancho sufre varias caídas y grita repetidamente: «ay mi ruilla, ay mi ruilla».

Nos retenemos para beber en la fuente la Cepa; Pancho se agacha, sorbe, levanta la testud y exclama:

«Fredin chaponatas.

¡Que saber de trompas!»

Año 1955: la cabeza de Pancho asoma a través de una ventanilla de la oficina de Entrecanales y Tavora en Aviles, donde yo prestaba servicios en Admisión de personal. Conseguimos un puesto cómodo en la empresa. De vez en cuando damos unas vueltas por Aviles en compañía de Jesús Hevia, a la sazón párroco en San Juan de Nieva, Tino Rafaelin y el guardia municipal de la Pola del Pino, llamado también Pancho, cuñado de Eloy de Victoria.

Mas uno de esos días en los que los dos caminábamos hacia la plaza del Ayuntamiento, unos señores andaluces se sienten ofendidos y airados por una broma verbal de Pancho, siendo conducidos por agentes de la policía municipal a las dependencias del Consistorio indirectamente encerrados en dos celdas frías, reducidas y sin otra comunicación que un agujero en la base. Pancho vocea, pide un vaso de agua. Un guardia le responde con un «Muérete», después de atizarle algunos latigazos. Finalmente le aportan un cubo de agua, que va tragan ando ruidosamente hasta dejar el recipiente vacío.

A las 4 o 5 de la mañana, grita de nuevo: «Señores guardias, señores guardias». «¿Que quieres tu?», le espeta uno de los agentes. Respuesta tajante: «Quiero un bocadillo con un municipal adientro».

Al día siguiente fuimos liberados sin cargo alguno por don Jesús , jefe en funciones, excombatiente de la División Azul,

Hombre admirado por su rectitud y bondad al mismo tiempo. Natural de Santullano de Mieres, pasa a residir los últimos años de su vida a Perlora, domicilio que he visitado varias veces, ya que nos ha unido un lazo de amistad ya que también coincidió con un cuñado mío en Alemania.

Poco después, Pancho se despide del trabajo y vuelve con su familia a Collanzo.

Don Antonio Bernardo, nuestro maestro de primera enseñanza, casado con Alicia Buelga, de Levinco, tía de Oscarín Buelga, traumatólogo del Hospital Central.

Los hijos del matrimonio y compañeros de escuela: Tino, Victorina, Tonin, Teresa. Nadie ignora el sacrificio y vocación de este hombre, plena dedicación a la enseñanza, amante de la cultura y saber qué tan magistralmente trasmitía a sus discípulos, se traslada a pie, puntualmente, de Llanos a Collanzo.

Imparte clases particulares en el hórreo de Llanos, durante el período estival y vacaciones, etcétera.

No estará mal pensar en un homenaje póstumo a organizar por los antiguos alumnos.

Década de los cuarenta

Procedentes del bajo Aller fijan domicilio en el piso 1º de casa Felicidad Pacita y Guillermo, con sus hijos Emilio, Armando, Guillermin y Pepita (he olvidado el nombre de otra hermana). Pepita, única matrimonio con Juanín Barbon Peláez, hijo que otra familia proveniente de Llanos, Magdalena y sus respectivos vástagos: Mario, Consuelo, Silvino, Juan y Claudio, casado este con Luisa, hija de Colasin.

De la familia Colasin también guardo gratísimos recuerdos, sobre todo frecuentando el bar de su propiedad y cantando las tonadas de moda, casi siempre rancheras o la vaca lechera.

Otra familia desplazada de Casomera fue Cristina con sus hijos Esperanza, Amada, casada con Armando Pacita, matrimonio emigrado a la Argentina, Cundo y Manolín, fallecidos en la mina la Carinsa y Chusin, también emigrado, regresando a Collanzo en los 80.

Los Ríos, familia oriunda de Salas, Regina, la madre, y sus hijos Emilio, Sindo, Julia, Ángel… Regina fallece de afección pulmonar. Los días enteros pasaban lavando ropas en las gélidas aguas del río hasta su muerte.

Los Reguera, Pepe, Juan, Chus y Aurora, de Cabañaquinta, regentarían el establecimiento de gran renombre por espacio de muchos años.

Castelo y esposa, el de origen gallego el y de Cabañaquinta ella, familia Zapico.

Castelo, taxista en competencia con Chus Reguera, Alvu de la Pola y otros. Tienen varios hijos con los que he mantenido buena amistad, viviendo ya en Avilés.

Poseían una tienda de frutas, verduras y comestibles en la plaza, casa Javiera Evaristo, tienda en la que un día entero a hurtadillas un chivo de mi propiedad, escapando perseguido por la señora Zapico, pues le había atrapado una barra de pan, del que apenas pude aprovechar unas migajas.

Herminia y su hijo Celsin, también de Llamas, residían en el bajo de la casa propiedad de los Hevia en la que también habitó el señor Miguel, a quien se contemplaba a todas horas paseando por la galería del edificio frente a la fértil finca de Hevia.

Este señor, respetuoso ejercía estricta vigilancia diurna y nocturna, dificultando el «hurto sin violencia» del huevo que una gallina de Felicidad ponía diariamente bajo la citada galería y que luego era sorbido con deleite, aportando el ingreso de proteínas, calcio y vitaminas en nuestro organismo.

Tejón y señora, ¿sin descendencia conocida? de Llamas, residentes en la casa de Fernando Gutiérrez de Casa la Sidra. El señor Tejón nos asombraba con sus zambullidas en el pozo Fabarín cada mañana temprano, en cualquier época del año.

En la otra vivienda del mismo edificio vivía Severo el albañil con sus hijos Adelina y Severin. Con padre e hijo he trabajado como pinché en el chalet Santiago de la plaza por espacio de un mes y cuatro días, transcurridos los cuales pediría la liquidación al constructor Mallada. Ante esta decisión no puedo olvidar lo que soltó el gran Severo: «Fredín, yo no sabía que tú eras francés»

A mis quince años de edad, vacaciones de verano ¿cómo iba desperdiciar la ocasión que brindaban los pozos de la barraca, Alende, la Peniecha, Lana la Cruz, Carpienzo, etcétera, con sus truchas nadando bajo las piedras? Era más fructífero el negocio de las truchas que portar la cabra con la masa.

Rita y Herminio el barbero. Rita, de la familia Concepción de la Fuente, Ramón Luciano, etcétera. Mi madre supo muy bien de las atenciones prestadas por esta familia. Muchas gracias a tus padres, Nery, a ti y a tus hijos.

Ramonin de Cuérigo vivía solo en una casa del pueblo, pero pasaba las jornadas completas en Collanzo, divirtiéndonos a los niños y jóvenes por su manera de expresarse, cantar,…

Genara de Santibáñez, los hijos, el compañero de escuela Luis. Mientras sus hermanas bailaba en la Panera, aprovechaba tal circunstancia para aproximarse a su pomarada tras la Pruvía, llenar una bolsa con manzanas de calidad y venderlas el lunes en el puesto Lidia de Moreda, quedando así asegurada la supervivencia monetaria hasta el sábado siguiente en que habría de operar en otras pomaradas de la comarca.

Miguelin y su larga familia, como Magdalena, María, etcétera.

Paco Alegre, el sastre.

Peláez, padrino de mi madre.

Xiromo, padre del inolvidable Agustín.

Panchita, Manuel. Aquella nos gratifica a Guillermin de Pacita y a mí, llenando nuestros bolsillos de castañas mayucas el día de nuestra primera comunión.

Familia Llavian

Miguel, José, Blanca, Anita, Manuel, Socorro, de la Pola del Pino. Dedicados a la elaboración del pan en la panadería denominada Llavian, cerca de casa Constante la Barraca.

Miguel y José asistieron a clases particulares impartidas por don Antonio Bernardo.

Pronto emigraron a la Argentina.

Vicenta de Cuérigo y sus hijos Sénida, esposa de Luis el revisor, Efrén, Santiaguin (experto buceador de truchas), Tonin, Luis, Amado, Lucio, que en Oviedo me reconoce al instante inmediatamente de iniciar el saludo con un ¡hola Fredín!, Vicentina y ¿una monja?

Santiaguin, espíritu inquieto y organizador, buscando el bien del pueblo, activo, unido en matrimonio con Margarita, la hija de Soledad.

Flora Benedicto. Su tasca comercio frente al puente Cuérigo, a veces atendida por su marido, el simpático Luis de Carpienzo. Lugar de reunión y parada de contertulios, así como de aquellos que hacíamos incursiones en los castañeros.

¿Quién no miró la arrogante y risueña figura de Benedicto montado sobre su inseparable burra dirección Conforcos o viceversa?

VECINOS DE LA BARRACA

Lourdes la Madreñera, su hermana María Bigotes, las hijas de aquella Araceli y Coloma. procedentes de  Río Aller pasan a vivir  a la Barraca.

Lourdes, diseñadora especializada de almadreñas, cuyas figuras y dibujos eran la admiración de cuantos observaban la habilidad de esta señora realizando tan finos trabajos con la gubia y demás instrumentos.

Falleció en accidente cerca de Campomanes, cuando viajaba en un camión conducido por mi primo hermano Lino.

Edelmira y Alejo, padres de Arcadio, Pepín y Juanín Alonso, misionero por países del tercer mundo vilmente asesinado en Guatemala. Hemos tenido el honor de ser favorecidos con una visita a nuestra Casa de Avilés. Nos honró con una visita, digo, de la que jamás nos olvidaremos, ejerciendo de Misionero. Nos expuso y narró unas aventuras que ponían los pelos de punta.

Conservo y guardo como un tesoro el libro publicado y escrito por su hermano Arcadio. El contenido es escalofriante.

La centenaria Clementa la Barraca. Su hija Alicia. El 15-8-1963, día de Nuestra Señora en Cuérigo, romería celebrada en el Fabarín, Alicia me saluda como de costumbre cordialmente y pregunta: “¿A qué te dedicas, Fredo? “, “Pues a la Enseñanza” – le respondo.  Su respuesta convincente, o mejor, auto convincente: “Ah, condeníu, nun sé cómo te arregles pan un trabajar nin facer ná”; Pobres docentes!

Uría el Ferreru, Rosario y resto de la familia. Erguido en su fragua adosada al domicilio, simpatía a raudales, jugador y contertuliano habitual de la Panera, fallece de accidente en la Mina Cuérigo junto con otros compañeros de la Fuente, Llanos y Eduardo de Santibáñez, esposo de Edelmira, con varios hijos entre los cuales jamás olvidaré a Jesús Cachorro, cantarín, rebosante de simpatía y alegría, compañero de mi hermano Valentín en la mina la Carisa.

Jesús de Edelmira, en cierta ocasión, empleó unas dos horas en coger una pequeña trucha en el pozo la Llana la Cruz, con el cuerpo sumergido excepto la cabeza, acto que le produjo tal tembladera que temimos por su vida. Tras taparlo y abrigarlo, reaccionó favorablemente y recuperó el aliento.

Juan de Luz, Jesús Casa la Vega-La Fuente, casa en la que René y yo nos auto invitamos a una fiesta durante toda una noche mientras los caminos y tejados se cubrían de una espesa capa de nieve.

Marcelino, Tino, hermanas, Ramón, Ovidio, Valiente, Angelín Montes, Miguel, Tino el “mancu” y muchos más, alumnos todos  de D. Antonio.

La tía Concepción, Ramón, Luciano, Rita de la Fuente.

José el de la Fragua.

Ignacia Valdeverruga.

Manuel de Vitoriano, esposa e hijos: Tomasín, Víctor, Luz, esposa de Pepe Hevia y otra. Tomasín, experto pescador de truchas a mano; sin embargo, se nos transforma por arte de magia en el potentado y burgués Sir Tomás de Cuérigo, que ahora tiene preferencia por los salmones empleando medios sofisticados que desmerecen muchos de los ancestrales procedimientos usados por todos nosotros en los pozos la Barraca, Alende, Fabarín, Peniecha, Llana la Cruz y Carpienzo tanto manualmente como a buceo, aunque algunas veces se practicaban métodos descalificadles como la muerga, cal viva, cartuchos de dinamita, con el resultado de destrucción masiva de alevines.

Máximo, de Cuergo, sus hijos Facundo, emigrante a la Argentina, Santa a la que tuve ocasión de saludar recientemente en Piedras Blancas, celebrando su 90 cumpleaños en el domicilio de su otra hermana, de baja estatura a la que podía admirar bailando como una peonza en la pista la Panera.

Tenían otro hermano, creo se llamaba Angelín, del cual se cuenta que siendo llamado a reconocimiento para prestar el servicio militar, le pregunta un capitán médico si tiene algo que alegar para librarse de la incorporación a filas. Respuesta: Sí, alego que soy fíu de padre “exageráu”. Verdaderamente quería decir “hijo de padre sexagenario”.

Una íntima de mi madre fue Clementina de la Fuente, madre de Arcides, Angelín el vigilante, Francisco, marido de María Encarnación.

Encarnación y su hermano ¿José? Traspasando la Barraca para ascender al camino del Llanón a cuidar el ganado. Los hijos, María, Julia, casada con Silverio el revisor Pepe, Jesús el Ferreteru, Marcelino. Durante muchos años poseían el estanco y eran los “carteros oficiales del Reino”, tanto la recepción como reparto del correo.

Pepe, fijó sobre el año 1958 su residencia en Avilés, haciéndose con la afamada Sidrería Casa Alvarín, en donde nos veíamos a menudo.

CASA ALEJANDRO- CUERIGO

 Lugar de reunión y agradables veladas en las que no faltaban chorizos de calidad, jamón, sidra, vino con que nos obsequiaba esta familia y servía muchas veces Maruja, Benina o el mismo Pepe, el mejor gaitero de Asturias que nos animaba tanto en su domicilio como el día del Angel de la Guarda, Nuestra Señora.

Desde el Pino, organizan una excursión a San Esteban de Pravia. Nos apuntamos varios de Collanzo, tomamos el tren del vasco hasta San Esteban, y desde aquí caminando a Muros de Nalón, descendiendo a la playa de Aguilar y marcando el paso al son de la música que el incansable Pepe amenizaba con la gaita. Se da la circunstancia de que para algunos era la primera vez que habíamos visto el mar, causándonos impresión al mirar unos jinetes que montados sobre sus respectivos caballos, remontaban las olas, igual que hoy hacen los surfistas.

Vecinos del Corralón, los Panaderos, Luis, Purita, destacada pintora de cuadros que fueron expuestos en un salón de la Caja de Ahorros-Avilés y que he contemplado con sumo agrado e interés.

Faustino, hermano de Edelmira, madre de Juanín Alonso, ya mencionado.

Placido Reguera. En su surtido comercio he dilapidado un billete de dos pesetas de los cuarenta, en chucherías, lo que me supuso estar oculto entre sacos bajo el mostrador de la casa Antón de Carmina o Casa Arturo el panadero en donde vivíamos, por tomar el merecido castigo. La busca del prófugo era infructuosa y la preocupación de la familia se acentuaba  a medida que transcurría el tiempo, hasta que fui descubierto por un soldado de transmisiones, gallego, llamado Rey.

¡Cuánta salivación originaba la vista de aquellas inalcanzables peras en la huerta de Plácido, utilizada años más tarde para la construcción de edificios, donde los sucesores de Plácido poseen las instalaciones en las que tanto trabajaron los actuales dueños bajo el rótulo de VINOS HELIODORO, que tanto renombre dio a Collanzo, comarca y Asturias en general. Maruja Heliodoro es otra de tantas amigas de mi difunta madre. Del matrimonio nacieron 7 ó 8 vástagos como Yuyo, el gran Yuyo, casado con la tristemente desaparecida Solita de la familia Miguelín-Santibáñez. No memorizo los nombres de la retahíla de hermanos.

No obstante, el Sr. Plácido fue incapaz de evitar la sustracción de manzanas del Corraón en su pomarada de Vegalloba.

David Miranda de Santibáñez, ante el cual corríamos los mil metros lisos y con obstáculos, llenos de bolsillos de nueces apañadas en la Peniecha, que desgraciadamente se iban cayendo sin posible recuperación.

Tomasón de Cuérigo, Gloria, emigrada a Australia. En esta típica casa vive Imelda con su esposo e hijos, hija de Constante la Barraca y hermana de Tino, Alfonso y otros. Alfonso, ex-legionario, falleció a consecuencia de una explosión en el almacén propiedad de la Mina de Llanos.

Tonín el de Ventura, muy simpático, todo cortesía y amabilidad, ex –legionario como el recordado Alfonso. Este Tonín, tenía el hábito de pronunciar una frase de la que todos sin excepción nos apoderamos para soltarla como estribillo. La frase es: ¡Qué rabia da, da una rabia!

Faustino el Carpintero y su hijo Lorenzo, de Llanos, nos procuraban durante el invierno leña en abundancia, avivando el fuego en el exterior del taller de la Barraca, alrededor del cual “caleciamos” la tertulia habitual: Araceli Coloma, Juanín Alonso, Arcadio, Pepín y otros transeúntes.

Faustino formaba parte de los jugadores de tute en la Panera y Bar Morán, en tanto hacía la digestión.

Adela Santiago y sus hijos Lin, Charo y Julia.

Jacinta la Pruvia, típica casa situada en lugar estratégico, incomparable paisaje, rodeado de fincas con avellanos, manzanos, nisos, etc. Recuerdo que en las frecuentes visitas llamaba la atención el sitio utilizado para la obtención de castañas malucas, el fuego; las cacerolas sobre el hogareño fogón.

Argedo, Carmencita, Ángel Navarro, Gomina, así como Morá, Pipo y el siempre risueño, chistoso Daniel, tras el mostrador de su establecimiento “Casa Morán”.

¿Quién no recuerda a María Casomera y a Florinda del Tío “Xuacu”? Ambas, recorrían las romerías con sus cestas repletas de golosinas portadas a lo safari sobre las cabezas.

Generosa, tomando el Sol en la parte lateral exterior del hórreo.

Nazarena, otra de las instituciones a considerar. El tío Pachu, cazador o pescador de “llontrios” (nutrias) junto al puente colgante de Entrepeñas.

El establecimiento es regentado por Carmina, Sandoval e hijos, siendo visitado por numeroso público de Moreda, Mieres y otras localidades asturianas. He admirado siempre la cordura, simpatía y educación de sus hijos.

El matrimonio Mino, de Levinco, trabajador de la mina, y, Mina de Cuérigo. Como negocio explotaban el Bar Mino. Este fue el primer protagonista de las partidas de tute, a la llegada del trabajo en el tren de las cinco.

Un día en que jugábamos Navarro y yo, entra súbitamente el Canario, propina un coscorrón al infeliz Ángel, advirtiéndole su minoría de edad.

Tomábamos porrones de vino con gaseosa, y al finalizar las partidas, se oía repetidamente la expresión “Mino apunta”. Mino apuntaba y apuntaba en su libreta de “morosos” el DEBE sin HABER.

Hacíamos entregas a cuenta o en especie con las truchas chapuzadas en el pozo la Barraca o Fabarín.

Con Navarro “Ejo” para los amigos, me sentaba sobre el puente la barraca, nos lanzábamos al pozo, nos sumergíamos y en el fondo, situando unas piedras sobre los muslos, hacíamos ademán de jugar al tute hasta que se agotaba el aire de los pulmones.

Casa Olvido, antes Sánchez, su hija Mary y el esposo de ésta Lobo Baizán, tengo que agradecerles el haber puesto a mi disposición todos los medios a su alcance para habilitar un pequeño laboratorio de análisis triquinoscópico.

Francisco el Municipal, su esposa Regina e hijos David Castañón, Paco y Manuel, este último caído en Alemania, como voluntario de la División Azul durante la 2ª Guerra Mundial. La fatal noticia fue comunicada por Pepe el de Encarnación que resultó ileso en la misma contienda.

Me acuerdo perfectamente el día de la noticia, viendo a David y Santiaguín comentando lo acontecido, mientras Paco y yo nos entreteníamos en la Cordelera, intentando darle ánimos.

Un día, los dos, nos dirigimos hacia Santibáñez; nos detenemos junto a la finca María “les Periques”;  comenzaron a lanzar piedras a un “nisal” para “baltar” nisos con tan mala fortuna que Paco arroja una piedra que alcanza mi occipital produciendo una herida sangrante, abundante hemorragia que Alicia la Panera logra contener con la aplicación de un puñado de azúcar. La cicatriz persiste.

Alicia, conocía bien las virtudes medicinales del producto derivado de la remolacha. ¡No me extraña que Jovinín, haya heredado los genes de su madre y optado por la carrera de Medicina con rotundo éxito y profesionalidad!

Pandilla Juvenil

1945-1954

En un principio constituimos una pandilla compacta y unida, a la que iban incorporándose más y más una vez que alcanzaban los 18 de edad: Santiago Panera, Pancho, Luciano  de Adelaida, Quico Miranda, Guillermín de Pacita, Silvino Barbón, Santiago Domingo;

En la época estival, vacaciones de verano, se unían Nalo y Angelín Aeyaralar, de la casona. Ibamos de romería en romería comenzando por San Blas, Pascua en Llanos, Pascuin de Felechosa, San Antonio en Levinco San Pedrín en Pelúgano, San Pedro en Llanos, Carmen del Pino, Carmín de Felechosa, Nuestra Señora de Cuérigo, San Roque en Casomera, San Lorenzo en Robayer, Cristo en Collanzo, Cristo en Casomera, El Carmen en Moreda y finalmente Concepción de la Pola. A veces andando y a “escote” con Castelo o Alsu.

De todos quisiera hacer un elogio escrito, pero sería preciso llenar folios y más folios.

Alguno ya ha sido mencionado, aunque quizá se repita alguna historia olvidada.

Ejemplo, respecto a Pancho Cantina, que fue empleado en el Ferrocarril Vasco, Paso-Barreras o Paso a Nivel de Soto. Nos narraba historias increíbles sobre las funciones que desempeñaba con el ánimo de reír y entretener. Su compañero era no conocido, de Levinco,  asiduo a Collanzo, del que no recuerdo su nombre, pero sí de la circunstancia de que era tuerto.

Fiestas de San Antonio- Levinco 13 de junio de 1946-47. Regresábamos de la fiesta sobre la una o dos de la madrugada mi hermano Valentín, Pancho, Lucianín Adelaida y el que suscribe. No sé si alguno más formaba parte de la expedición. Recta de Levinco. Arriba, Valentín se enfada, acaso le haya afectado la bebida, pues ya empezaba a padecer la especie de esquizofrenia a causa del accidente de circulación en la Curva la Llana la Cruz. Intentamos calmarle sin éxito. Por Entrepeñas pasa Castelo, para y recoge a Pancho y Luciano. Cuando llegamos a Collanzo éstos charlaban alegremente sobre la acera de casa Morán. Al divisarnos, Luciano sube a casa precipitadamente al ver a Valentín fuera de si y Pancho corre raudo, como una exhalación cruza el puente la estación perseguido implacablemente por mi hermano que al día siguiente no recordaba nada. Acababa de licenciarse tras cumplir una pare del Servicio militar en Salamanca, transmisiones con David el de Regina y terminar en Collanzo cumpliendo el resto. Su enfermedad se acentuaba día a día. Todo quedó en pura anécdota. Siempre hubo comprensión.

Lucianín de Adelaida brilló como “encestador” de primera división, aunque como árbitro dirigente jamás logró un tiro directo a la canasta, puesto que siendo responsable encargado del servicio, otras personas llenaban las cestas o sacos de carbón asignado a los sufridos mineros en el puesto de trabajo que Lucianín desempeñaba junto al puente Marianes de Moreda.

Las pandillas se incrementaban con nuevas adhesiones como Jovinín, René, Pepín Colasen, Lín de Adela, Claudio.

Casa Don Luis

Don Luis, Blanca, Mercedes y Pepe, abogado éste de profesión, incondicional cliente alquilando el coche de mi padre. Sobre el año 1951, cuando yo cursaba estudios en la Facultad de Veterinaria de León, le visito en su domicilio de la Plaza Guzmán donde dirigía un despacho. Me concede un préstamo de 50 pts., no devuelto. Ruego a Marina y Oscarín no me reclamen judicialmente la devolución del capital, intereses de 50 años más 50% de sanción.

Oscarín, Jefe de Traumatología del Hospital Central, siendo estudiante en Valladolid y un servidor, estudiante en León, solicitamos del S.E.U. ser incluidos como aspirantes al S.U.T., o sea, a un campo de trabajo. Somos admitidos, aunque por mi parte ignoraba la solicitud de Oscarín, hasta que nos encontramos en la estación de Cádiz. Resulta que era el jefe de la expedición, así que en un taxi, otro vallisoletano y yo nos vamos con él dirección Barbate, 90 kms. De Cádiz. Hemos compartido junto con varios más, un mes inolvidable, trabajando en la Almadraba como marineros en la pesca del atún. ¿Verdad Oscarín? ¿Te acuerdas de la fabada preparada por la Señora Francisquita el día de tu santo, que al cura párroco le hizo tanto daño?

Casa Prieto: Enedina, Clarita, Petrico, Carmina, encargada de prepararnos a Guillermín y a mí para la primera Comunión sobre el año 1939.

María Benino, Santibáñez, quien acopió en su casa a toda mi familia en tiempos difíciles. Su hijo Benino, un compañero más de escuela.

Casa la Maestra, Frutos, Luz y su hermano Manolo, emigrado a Inglaterra.

Don José, Cura Párroco de Cuérigo.

Se cuenta que viendo una vela encendida cerca del altar, pregunta a los feligreses: ¿De quién ye esta vela? “Ye de mió”, contestó un señor a viva voz. Tal señor era Clemente.

Parece ser que acostumbraba a anunciar el horario de misa de esta forma: “Mañana celebraremos la misa sobre las nueva, nueve y media o diez aproximadamente”

El Cabo Martínez

Mantenedor del orden, paz y armonía, librando a los ciudadanos de invasiones bárbaras y gamberros fronterizos; claro, que siempre hizo la vista gorda ante nuestras aventurillas “fruteras y trucheras”.

Incluso, por haber chapuzado una trucha y soltarla, divisada la presencia de un guardia civil sobre el puente la Barraca, el Sr. Martínez no tolera que tal guardia lleve a término la denuncia que estaba dispuesto a formular, para a que era inevitable la correspondiente reprimenda.

¿Cómo agradecer a este hombre el pasar por alto la comercialización prohibida de productos alimenticios básicos traídos de Castilla por nuestra madre para la reventa al vecindario? Comercio mal denominado Estraperlo, siéndolo a pequeña escala con el objeto de mantener la supervivencia familiar.

Perdón, pues he de mencionar a dos personajes “Cuadrúpedos”, bautizados con los nombres de Solinón y Bernabé-lina, pareja de burros con los que hacía unas rutas turísticas por Alende. Sus nombres derivan de los respectivos propietarios, Solinón de Llanos y Bernabé el Consumero. En una de estas rutas, camino del Espinal de Corsino, Solinón me lanza contra un peñasco sufriendo en la cabeza una fuerte contusión, circunstancia que me obliga a seguir con los deportes preferidos: aro con gancheta, ciclismo, monte y natación o el Lirio-Lario.

Si no me equivoco, Solinón era Celeste el de Llanos, respecto al cual corría el siguiente rumor: como trabajador de la mina en el Pozo San Antonio- Moreda, llega el relevo entrante, más él se introduce sigilosamente y entre los mineros del relevo saliente con el fin de “escabullirse”. El vigilante que ve a un intruso rostro pálido entre los rostros ennegrecidos, le reprueba su conducta. Celesto se disculpa con la siguiente locución:”Sin querer estremecíme”.

Bernabé el Consumero, desfiló vestido con un camisón, unas fiestas del Cristo mientras cantaba “El Camisón, aea, ea, el camisón”. Era muy simpático.

Casa Elena, la Plaza, su esposo Eloy y la recua de hijos: Pepe, Marina y esposo Santiago de Llanos; Candela, casada con el excelente amigo Cundo el de Cristina; Tina, ¿esposa del maderista de Figaredo? Y Elena, esposa de Baltasar de Adelaida. Elena, con sus acostumbradas salutaciones de bienvenida. “Hola, Cucu” Me preguntaba por todos. No hace mucho, me saludó muy afectuosamente desde la ventana de su casa, hallándose enferma.

Día a día, Eloy Banjul, cojeando visiblemente, se dirigía con su peculiar forma de caminar hacia Valdevenero, en cuyos aledaños explotaba el famoso “Calero de Eloy” a donde nos aproximábamos los “guages” alguna vez y presenciábamos las labores artesanales para la obtención de la cal.

Familia Hevia

Matrimonio: Rita y Antonio Hevia. Hijos: Tonín, Rosario mi compañera en primero de bachiller y en las clases particulares de D. Antonio, muy estudiosa.  Perfectita Santiago, Pepe, Jesús, Onofre, Conchita, Juan Fernando, sin olvidar a su tía Doña Concha, la maestra.

Eterno agradecimiento a esta gran familia comenzando por D. Antonio Hevia, campechano, bondadoso a raudales.

Secretario del Juzgado de Paz, sito en el bajo de la casa habitada por el tío Miguel; artífice indiscutible de la concordia entre los litigantes, que, si bien, algunos días salían airados, cabreados, disconformes, trifulcas sin graves consecuencias, ya que no pasaban de palabras altisonantes, o bien terminaban los contendientes en prolongadas juergas ingiriendo las bebidas servidas por Plácido, Juanín Reguera, Nazarena etc….

Nuestros padres tenían una vaca parda alpina o ratina llamada Artillera, buena alzada, cornamenta corta. Como pastor sin especializar tenía que cuidarla mientras pastaba a la orilla de caminos, carreteras y la Cordelera, oficio tremendamente aburrido. Determinación: enseñarla a penetrar en el “prau la Campa”. Pacientemente, la rumiante usa de sus “facultades mentales” y aprende a abrir la puerta o portilla con sus cuernos, acción que D. Antonio Hevia observa estupefacto, permitiendo que la vaca siga disfrutando con la ingestión del nutritivo pasto. Repite el acto en la Llana la Cruz y el Sr. Hevia, demuestra su bondad y complacencia, restando importancia al asunto. Así y todo, he sido un pastor frustrado.

Cada mañana, intercambiamos saludos, charlamos sobre el tiempo y mantenemos agradables conversaciones “camín” de la Barraca, junto al prado de su propiedad.

Santiago, el mejor y más resistente buceador de truchas de España.

Jesús, Párroco en la década los cincuenta de San Juan de Nieva y Muros de Nalón adonde he ido en bicicleta para pasar un rato en su compañía, se desplaza a la Iglesia San Juan de Oviedo para oficiar la ceremonia de nuestro matrimonio y al año siguiente vuelve a Moreda para bautizar a nuestras hijas gemelas, el verano de 1962. Jamás me perdonaré el que haya subido a Collanzo en unas mercancías del Vasco con el fin de bautizar un sobrino, hijo de Luz de Victoriano y Pepe.

La Cagüerna era inaccesible. Nunca pudo entrar la Artillera ni hubo posibilidad de sustraer manzanas de alta calidad de la pomarada.

Afabilidad, rectitud, justicia, considero que van tres de las múltiples virtudes de este hombre a quien recordé y recordaré mientras viva. Digo justicia, porque en todo momento o circunstancia supo aplicarla ante incomprensiones o malevolencias que en la posteridad, por arrepentimiento o lo que sea, se transformaron en todo lo contrario.

¡Aquella figura de Rita acarreando la voluminosa cesta de mimbre o maniega repleta de manjares caseros servidos a la familia completa cuando realizaban labores de siega y recolección de hierba en la Llana la Cruz!

Siempre me gustó ayudar en las faenas de la hierba, preferentemente a la hora de la merienda y a la sombra de un árbol.

Hoy, todavía se reúnen los supervivientes, Juan Fernando, desplazándose de Navarra, Santiago, de Madrid, Perfetina desde Avilés, donde trabajó como empleada de ENSIDESA, Onofre y Conchita, haciendo lo mismo que antaño.

Familia Mateos- Moreno

Procedentes de Trujillo- Extremadura, a principios de los cuarenta vienen a Collanzo Doña María Moreno, el esposo Don Antonio Mateses con sus hijos Charito, Toñito, Popo, José Luis  (yegüita) y Guiller. Doña María es titular de la farmacia. Enseguida surgió una profunda y sincera amistad con estas buenas gentes que de su tierra importaban aceite de oliva y productos de calidad.

Nuestros padres residen ahora en la  casa Antón de Carmina o Casa Arturo, donde éste tiene una dependencia y hornos para elaboración de pan. Pues, bien, en el desván, pendían “varales” plagados de chorizos de equino que nuestra madre había fabricado con las carnes de un caballo muerto atropellado por el tren Vasco junto al túnel de Entrepeñas.

Un día de tantos en que Antoñito y Guiller son invitados a subir al desván, atónitos y hambrientos de embutido, prueban de él y lo degustan con intenso placer. Por lo tanto, se presenta la oportunidad de futuro negocio. Les son ofrecidos chorizos a diario y en pequeñas dosis para que no se indigesten y produzcan el rechazo, a cambio de productos extremeños y algún duro de plata que sus padres guardaban en la caja de caudales. El negocio fue redondo aunque pronto se presentó quiebra a causa de “farturas” incontroladas.

La familia se hace cargo de la Farmacia en Cabañaquinta y de aquí emigrarían al Brasil para siempre.

Guillermo Baizán, esposa Zoretina de Cuérigo y la hija Guillermina residían con María Juanín, madre de aquél y de Dionisio, en la casa colindante a la pista la Panera. Toda una institución regentando un comercio de ultramarinos.

Anécdota: un 28 de diciembre, Santos Miranda se acerca al mostrador, pide un trozo de turrón o pastel similar despachado por Guillermo, pero a la hora de abonar el dulce, le espeta:

¡Que los Santos Inocentes te lo paguen! El inocente no es otro que Luciano.

Victorina la Lechera

En estado gestante ha sido recogida en nuestra casa y en la misma habitación en la que he nacido, viene al mundo de los vivos Pepín, Luna, mi hermano de adopción para toda la vida. Crece entre nosotros hasta los 10 años de edad, cuando se trasladan a Moreda.

Victorina, estimada como mi segunda madre, muy trabajadora y laboriosa, conducía un carrito de dos ruedas tambaleantes desde Collanzo a Felechosa y viceversa. Recogía la leche casa por casa, llenaba las lecheras que transportaba a Moreda en el furgón del tren de la una para la rexenta.

Hoy, a sus noventa años, vive feliz con Pepín, esposa, hijos y biznietos.

Familia Iglesias

Los padres- José Iglesias y Celia. Hijos: Mar y Paz, Pepín, Chuso, Celia (Gelita) José desempeñaba el cargo de jefe del Depósito de Máquinas de vapor, de cuyas cercanías birlábamos alguna “briqueta” para mezclar con el “ciscu” arrañado del suelo, en el interior de vagones vacíos.

Un aciago día, densa niebla y llovizna, hubo de improvisar un tren de mercancías. José hace de maquinista, Melchorín el revisor acomodado en las garitas de vagones como “guarda-frenos”, ¿Epifanio, Miguel de Linón? Y otros. El convoy se desliza a gran velocidad, los frenos no responden, atraviesa Cabañaquinta como una exhalación, Santana, Soto, sale de la vía cerca de los Estrullones.

Los vagones apilados, José tarda en aparecer. Entre el montón de chatarra hallan el cadáver. Los demás, afortunadamente logran sobrevivir. Gran consternación. Deja varios hijos de corta edad. Salen triunfadores en la vida. Pepín llegaría a Interventor del vasco; Chuso, casado en Casomera, emigra a Holanda. La última vez del reencuentro feliz y carnal con Mary Paz lo fue en el Collainos

Familia Miranda

De Felechosa, se instalan en Collanzo María Megido, Luciano Miranda, de los Miranda de Santibáñez con su recua de hijos: Manolín, Antón, Teresa, Carmina, Jesús, Quico, Santos y Lucianín. Familia muy unida y respetuosa con todos.

Recuerdo cuando dieron comienzo las obras de excavación para la construcción del edificio en el que establecieron su residencia. En el bajo, un establecimiento comercial atendido por Carmina. En la parte posterior un establo albergando el ganado esmeradamente cuidado por el ganadero de vocación Quico. Donde hoy está el Cosmos, la Caja de Ahorros, que antes era una extensa y fértil huerta, montan una bolera de la que no salíamos ni de día ni de noche.

El juego entretiene, pero por mi parte, sólo acertaba derribar el “boliche” y el de al lado con valor cero. De modo que algunos decidimos cambiar este deporte y asistir de espectadores, o esquiar con tablas de tonel o “bocoy” untadas con “cucho” en la pendiente Cordelera.

Guardaré siempre afecto hacia esta familia,  como he mantenido con tantas y tantas los lazos de cordial amistad.

El acceso furtivo al Ablanero para proveernos de avellanas, siempre resultó difícil de franquear, lo contrario que el Calero que ofrecía entradas a diestro y siniestro, norte, sur, este y oeste, facilitando la recolección de castañas y nueces. Acciones que no pasaban desapercibidas por Quico o Jesús.

¡Quién no recuerda a María Luciano, mostrando su risueño rostro, afable y su característico pestañeo ininterrumpido! ¡O a Luciano Miranda, pendiente de cada faena o trabajo, corrigiendo y dirigiendo las labores asignadas a cada hijo!

Manolín, profesional castrense; Antón, Director- Gerente de la Caja de Ahorros; Quico, dedicado a lo que siempre aspiró, dedicación plena a la ganadería.

Santos, Bancario; Lucianín, afincado en Avilés, empleado en ENSIDESA. Carmina, atendiendo el bajo comercial hasta su fallecimiento en el Hospital Central.

Jesús, aficionado y robusto ciclista que participó en carreras de aficionados celebradas durante los festejos del Cristo y en equipo con Baltasar.

Cierto día, tengo la osadía de retar a Jesús concertando una carrera ciclista hasta Entrepeñas ida y vuelta. ¡Qué iluso! Me sacó más de media hora. ¡Qué bochorno!

Jesús y Maruja regentan el Cosmos, donde se pueden saborear las inigualables empanadillas y platos preparados magistralmente por Maruja, dispuestos delante de mis propias narices para que los probase.

Jesús prefería que las jornadas transcurriesen en el Ablanero cebando los pollos y gallinas en su explotación ganadera.

Casi todos hemos compartido escuela como alumnos de D. Antonio.

Con Manolín he coincidido en clases particulares, aunque él en cursos más adelantados.

Un recuerdo asimismo para Manolo Ferranchez, Amelia y resto de la familia, con la que también nos unían profundos lazos de amistad.

Mi padre conducía el camión de su propiedad dirección Moreda-Mieres para reparto de mercancías. En la “caja” viajamos mezclados con lechera, y secos. Amelia Ferranchez, mi hermano Tino y yo. En la curva la Llana La Cruz, un vehículo tipo Cruz-Roja, roza el nuestro con tan mala fortuna que alcanza a nuestro hermano Valentín, viajando en el estribo como era costumbre. Presenta desgarros del cuero cabelludo, cortes profundos, heridas y hemorragia.

Tino y  yo, regresamos a Collanzo despavoridos, asustados, mientras ellos proseguían viaje hasta Moreda en donde a Valentín le practicaron un montón de puntos de sutura. Nadie ignora las fatales consecuencias que este accidente supuso para Valentín, que desde entonces ha sufrido lo indecible y padecido secuelas, operaciones quirúrgicas, recaída, etc., durante más de 40 años hasta su fallecimiento en 1994.

Las Conchonas

Curiosísima progenie, debido a sus rarezas, hermetismo e incomunicación, más familia muy respetable de todos modos, pues a nadie molestaban. Hogar inexpugnable. Jamás nos fue posible conversar en el interior más ignoto del entorno. Una angosta abertura al exterior junto a la escalera era el único medio de comunicación con el vecindario, a través de la cual se podía vislumbrar la cabeza de la persona. Al intento de coger higos de su higuera, escuchábamos regañinas que Nieves profería provocando nuestra precipitada herida. Los miembros de la familia eran:

Dolores, Nieves, La Muda (¿Ramona?) y Juan Manuel, o sea, Las Conchotas, que a diario me despertaban al pisar sobre la calzada con sus madreñas de clavos, al unísono, atravesando la Barraca en fila india, refunfuñando y sobresaliendo la voz imperante de Nieves, dirección Vegalloba para “apañar” castañas durante un trimestre por lo menos, hasta que criaban “guaño”, o vía Cuérigo hacia sus fincas y cabaña en donde habitualmente pernoctaba Juan Manuel y en la que al parecer halaron el cadáver, un día de invierno. De su constante quehacer diurno y nocturno se deduce que no conciliaban el sueño ni usaban las camas.

El regreso, también entrada la noche, marcando el paso sin variación en la fila de a uno cerrada siempre por la muda. Nieves era la portadora oficial de la familia y su voz era más potente; Dolores quizá fuese la administradora; la Muda y Juan Manuel desempeñarían funciones de subalternos.

Manifiesto esto con cierto sentido del humor, ero con el máximo respeto (con) hacia estas personas. Entre nosotros existía buena relación de amistad y a veces hablábamos buen rato, sobre todo cuando la interlocutora era Nieves.

Nuestro sobrino Daniel, ex -Director Gerente de la Caja de Ahorros- Collanzo, en donde desde su infancia pasaba largas temporadas. Añora el pueblo que le vio crecer y en el que ejerció su profesión varios años. Consideremos asimismo que tiene raíces en Riomañón y Conforcos por la parte de su padre.

De su personalidad, atención hacia los demás, profesionalidad, pueden dar testimonio la multitud de gentes que le han tratado.

Sergio, el Guarda-Ríos, vigilante perpetuo de los bañistas del pozo Fabarín; especialmente observaba aquellos que practicaban inmersiones malintencionadas con el propósito de capturar truchas. Sin embargo, jamás interpuso denuncia alguna, disimulaba y me corroboró personalmente que disfrutaba viendo desde su ventana el espectáculo. Ello no significa el incumplimiento de sus deberes.

Genaro y Flipa “La Casona”. Vivían en una casa adosada a la mansión de los Posada y eran los caseros encargados de la conservación y mantenimiento de las fincas, edificios, etc. Pasan con sus dos hijos a residir en la casa Javiela Boristo de Collanzo.

Familia Posada

D. Angel Posada y Señora, Miguel Angel, Pilo (alumno particular de Don Antonio), José Antonio el Farmacéutico, Nalo y Angelín Eyeralar nos honraban con sus largas permanencias en Cuérigo. Tanto Nalo como Angelín formaban parte de nuestras tertulias y juntos asistíamos en pandilla a las romerías de la comarca.

Un día, estuvo Angelín a punto de ahogarse a la orilla del Pozo Alende, a medio metro de profundidad. El socorrerlo fue fácil, como es natural. No era capaz de sacar la cabeza del agua.

Nos hablaba de nuestra capacidad pulmonar, observándonos desde el puente la Barraca, mientras nos zambullíamos en las profundidades. ¡Estábamos bien nutridos!

José Antonio fue titular de la Farmacia en Collanzo, en la que prestó servicios René de la Panera como ayudante- auxiliar bastantes años hasta que decidió irse a Madrid en busca de nuevos horizontes, aleccionado y aconsejado por su tío Jovino, militar de graduación en activo.

¿Cómo no mencionar la Familia Riera? Su presencia en Cuérigo, fiestas Ángel de la Guarda y Nuestra Señora, nunca pasé desapercibida. Surgieron sinceros lazos de amistad por su trato abierto, cordial hacia todo el vecindario. Aunque recuerdo el rostro de todos, no así los nombres, excepto Eloyito, Tere…………

Pepín, el Capitán, hijo de Doña Asunción, prestigiosa y eminente Maestra de Moreda- Arriba. Uno más de los asiduos a Cuérigo, se conocía desde muchos años antes. Incluso, Daniel y yo, le hemos visitado cuando se encontraba internado en un hospital de Guadarrama, en octubre de 1959. Creo que tenía parentesco con la familia Constante-la Capilla.

Casa la Sidra.

Una de las instituciones y pilares fundamentales del resurgimiento de Collanzo y entorno. La señora Victoria, sus hijos Fulgencio, Fernando, Carlinos, Antón, Eloy, Isabel, Anita y Victorina. Con ellos pasaba horas y horas dentro de aquella amplia cocina, recibiendo de la madre, arrogante figura, algún puñado de golosinas o frutos secos.

Desempeñaban actividades diversas: elaboración de sidra en el típico lagar, bailes en la Pista, actuaciones teatrales dentro de la sala, labores agrícola-ganaderas, y la Panadería, actividades que justifican el espíritu emprendedor de esta familia unida y trabajadora.

Recuerdo perfectamente que siendo un infante, hemos sido recogidos y albergados en su domicilio, después de desalojarnos de la casa Felicidad hacia la cochera frente a casa Reguera, de la que tuvimos que huir para evitar repercusiones que pudieran derivar de la famosa desbandada.

Protegidos por Victoria e hijos, se presenta un individuo, desperado, furioso, rodeado de munición, pregunta por mi padre que se hallaba durmiendo en la habitación de arriba; insiste que le busquen, manifestando que habría de llevarlo en el camión a estrellarse. Según parece, se conocían de antaño.

Ya no había camión ni automóvil. Victoria y los suyos nos arropan y ocultan, evitando quizá una tragedia. Mi padre sale de la habitación y huye a Santibáñez, escindiéndose en el pajar de María Benino en compañía de Don Pablo el Cura. Año 1942-43. Actúa en la Casa la Sidra, dentro del salón, un ventrílocuo con unos muñecos, de os cuales sobresalía el llamado Cristóbal emitiendo una voz ronca que yo he imitado algún tiempo, con actuaciones en el exterior de la Iglesia Santibáñez ante un selecto público, como Ferranche, Jovino Peláez, Mentes, A continuación pasaba la bandeja.

Eloy, organizó algún año los festejos del Cristo como Secretario de la Comisión. Uno de estos años he participado en una Carrera de sacos sacando gran ventaja a los demás contrincantes y ante el delirante aplauso de Pancho, Santiago, Luciano, Guillermín.

Eloy, me entrega el premio:”Cinco duros que fueron dilapidados en las Cadenas o Tío Vivo instalado en la plaza”.

¡Claro, sí el saco no hubiera dispuesto un agujero por el que sacaba el pie, no hubiese ganado!

Siempre hemos tenido en cuenta el enorme favor y ayuda que esta familia nos prestó en momentos tan cruciales y difíciles.

Me llaman todavía los que viven, “Cucu”, apodo que me conmueve y enorgullece porque trae a la memoria gratísimas vivencia y además representa cierta familiaridad.

Pepe el vinatero y las habituales tertulias encabezadas por Dionisio y Pepe el de Lena.

D. Luis, Médico titular de la zona, llegado de San Juan de la Arena.

Al anterior le sustituye D. Felix  Laporta, trasladado a la Roda- Albacete, villa en la que no pude contactar con él por hallarse disfrutando las vacaciones en Salamanca.

Lucianín Antuña, titular de la Farmacia atendida magistralmente por la buenaza de Solita.

Sr. Ismael y Señora, amiga de mi madre lo mismo que Maruja la de Plácido.

Leo, empresario del transporte de viajeros, trabajadores de la mina, etc.…

Avelino el Practicante y familia.

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                             Nota publicada en La Nueva España el martes, 6 de mayo de 1958.

Manolito Chinela, de Santibáñez.

El “Cabreru” de la Fuente, con mi perro, el “Pirata” al hombro, un día de copiosa nevada.

Juan Luis, industrial del mueble.

Pepe “Los Cainos”, su hermano y familia. A pesar del desafortunado sobrenombre, son o eran excelentes personas, amigos y vecinos de Cuérigo.

Habrán comprendido indudablemente, que este mote como tantos otros, han sido producto de broma, y de la juventud sin ánimo de ofensa.

En su finca de la Barraca construyó un chalet el dueño de nombre olvidado (perdón), quien me propone la siguiente oferta: “Permuta de su chalet por mi casita de papel”. Hemos roto el contrato, porque no aceptó una de las cláusulas incluyendo un artículo que no leyó a su tiempo y que consistía en la entrega del chalet y tres millones de pesetas a cambio de la casita. Al haber firmado, le exigí el 10%, pero estoy esperando satisfaga lo estipulado por el juez. Inútil espera.

¿Aceptas la broma? Seguro que sí, Arsenio.

María la Pruvía, su hija y Fidela.

Juanín Mero, del Pino, residente en Collanzo. Industrial. Almacén de vinos. Provisto del inseparable palo de avellano y ladeando el cuerpo a causa de su cojera.

El pintor de Llamas y señora de Levinco. Con el hermano Samuel sostuve amistad siempre. Ambos hemos coincidido en Casa Cundo de Felechosa. Hospedaje.

Familia Baizán – La Panera

Todos sin excepción, vecinos industriales, comerciantes, taberneros etc., han contribuido de una manera u otra a que nuestra Parroquia adquiriese renombre en toda Asturias y fuera de nuestra región. Prueba de ello fue la afluencia masiva de turistas y veraneantes; precisamente un grupo de estos veraneantes decidieron convocar un concurso entre las jovencitas de Collanzo para la elección de Miss recayendo en nuestra hermana Anita cuando contaba unos quince años de edad.

Sin menosprecio de nadie, he de destacar la influencia de esta familia a favor de lo que acabamos de exponer, Dionisio y Alicia e hijos, Santiago, Jovinín y René Baizán.

El Bar la Panera, realmente típica panera dotada de los servicios necesarios e imprescindibles para atención al público, como el bar, amplia cocina, salón comedor y dormitorios.

He comprobado personalmente (personalmente) en medio de conversaciones con visitantes de otras localidades que hablando o surgiendo la palabra Collanzo, salía a relucir La Panera y las artes culinarias de Alicia, especialmente “Les fabes con almejes”, plato que nadie sabía aderezar como ella.

Si Ignacio fue famoso por el Marquesado de Vegalloba y otras características facetas; la Casa la Sidra por el Lagar y la Pista de Baile, el matrimonio Alicia- Dionisio lo fueron por la Panera y Pista también de baile.

Derruida la Panera para la edificación de Guillermo María Juanín, se conserva la Pista en su totalidad paulatinamente reformada, renovada y después convertida por René en el moderno Plató.

Los días laborales, Dionisio trabajó como lampistero en Mina Cuérigo y en la Industrial Hullera- Tartiére.

Un día de verano, un numeroso grupo de amigos del pueblo y otros veraneantes como Fernando y Fanjul de Caborana, paseamos carretera arriba. Al aproximarnos a la Panera, Dionisio nos observa fijamente y sonriente nos dice con la sorma y gracia que le caracterizaba:

“¡Vaya Camá Zoristas!

Santiago y yo henos sido inseparables y la confraternidad con todos los miembros de la familia fue patente todos los días de nuestra vida.

Santiago, aventurero, intrépido, laborioso y trabajador, siendo muy joven, comienza a prestar servicio como aprendiz mecánico en el taller del Vasco- Oviedo con un futuro prometedor y se albergó en la calle Martínez- Marina.

Paseamos camino de Marimora, anima insistentemente a que emigremos hacia las Américas verdaderamente si hubiese sido tan valiente como él, no hubiese dudado. La excusa fue que carecía de recursos para sufragar los gastos del viaje y además estaba cursando estudios.

Santiago embarcó hacia el Nuevo Mundo. Allí evolucionó favorablemente después de someterse a duras pruebas y pasar por vicisitudes múltiples. Se casó, tiene hijos y nietos, triunfando merecidamente.

En una de sus escapadas a España, me invadió inmensa alegría al verle ascender las escaleras de nuestro domicilio de Piedras Blancas. Acompañado de su esposa y de René, rememoramos historias y aventuras, sorprendiendo las que él hubo de protagonizar en San José de Costa Rica, país en el que se quedó para atender sus negocios de hostelería.

Al principio, entre otras actividades, me llamó la atención, la desarrollada en una reserva india con un cargo de responsabilidad como capataz de una tribu en la rama de construcción, canteras o similar. Decía que en sus tiendas se constituían tertulias, toma aperitivos, té, etc. Pero ahora te pregunto Santiago ¿Firmaste con ellos algún convenio, fumaste la Pipa de la Paz y enterraron el Hacha de Guerra?

¿Recuerdas querido amigo, la cantidad de “calderos” de agua que “acarreábamos” desde la presa al corredor de la Panera frente a la Pista? Estos cubos eran izados mediante una cuerda y vaciados en un recipiente o bidón, para ver el agua utilizada en la limpieza de dependencias y cacharros. El agua potable era suministrada por la Fuente de la Plaza.

Por lo menos el Ayuntamiento no percibía tasas de agua ni canon de saneamiento.

El día 3 de febrero del año 1945, me afeitaba en La Barraca el incipiente vello de mi endeble rostro facial usando una navaja barbera de mi padre, cuando el filo cortante del instrumento se desliza sobre el mentón originando profunda incisión y abundante hemorragia. En este mismo instante entra Santiago a requerirme para ayudarle en la Pista. Intentamos detener la hemorragia con agua fría y una envoltura de cafetilla, pero una vez más recurrimos al azúcar aplicado por Alicia.

Llegamos a la Pista, oyendo desde el puente Angelitos Negros de Antonio Machín, el primer antirracista de la historia. Mientras Santiago despachaba las entradas a los clientes situados en el exterior cómodamente sentado en la garita, mi misión consistía en recogerlas a la puesta. Al descanso, no faltaban los voluntariosos bocadillos de manteca, chorizo, jamón, etc. preparados por Alicia y “apurridos” por Dionisio a través de la ventana del bar junto con el correspondiente botellín de “orange”.

Yendo de romería en romería, Santiago preparaba los denominados KATZ, mezcla de bebidas sui generis, que los componentes de la pandilla reunidos en galería Cava Juan de Bárbara- Llanos, trincábamos voceando y cantando el tiru-liru, la Cucaracha, la Párrala, etc. Fue el día de San Pedro. El Katz sirvió de estímulo para pasar una velada memorable, como otras muchas, en la Macarana, salón-baile regentado por otro de los pilares promotores del turismo de la Parroquia.

Cerca de la Panera, estaba aparcada la “Galana”, furgoneta de Luis el Sifonero de Cabañaquinta. Santiago señala que subamos al vehículo. Obedecida la orden, nos situamos en la caja varios de los presentes. Santiago se erige en conductor, suelta el freno y recorridos unos metros, la fortuna quiso que el vehículo chocase contra el portón de la casa D. Luis, cercana a casa Soledad, frente a la huerta de Plácido. Todos ilesos, excepto una pequeña hemorragia del infante Jovinín.

Describiré la última aventura protagonizada con Santiago. Para una narración exhaustiva de nuestras andanzas, sería preciso llenar cientos de páginas.

La primera semana de agosto 1948, Santiago insinúa celebrar mí aprobado en el examen de Estado o Reválida con una bipersonal excursión a Pravia el día 7, festividad del “Xiringüelu”. La idea es tentatoria, pero las truchas no dan para tanto, la moneda escasea, por consiguiente ¿cómo solucionar el dilema? La suerte está de nuestra parte. Veraneaban con nosotros en la Barraca mi sobrino Daniel y Pepín Luna. Este encuentra dentro de un agujero en la pared de la habitación don Tino dormía, más billetes cuyo montante subía a cincuenta pesetas aproximadamente. “Mi ángel Salvador” entrega el premio. Les haría promesas para no cumplir. Los billetes son sustituidos por trocitos de “Belarminos” al objeto de que Tino culpase a los ratones.

El día 7 a las siete y cuarto de la mañana nos presentamos en la estación del Vasco y el tren nos conduce a Pravia. Pensión gratuita en Agones, casa Avelino, tío de Santiago.

Pasamos la noche en la pista y al día siguiente, regresamos. Santiago queda en Canciones y este infeliz, temeroso, “desembarca” en Collanzo. Tino está furioso, pues el dinero estaba destinado al pago de una sanción por pesca de truchas.

Sería satisfecha con otra “redada” de los codiciados peces de los ríos Aller y Mera. En realidad, mi hermano Tino se jactaba y enorgullecía comentando las “travesuras” del benjamín de la casa.

Jovinín, era el más pacífico de los hermanos, el más consciente. ¿Te acuerdas cuando te impartí unas clases de latín? Desde entonces nació mi vocación por la docencia, en la que permanecí quince años.

¿Qué comentar respecto a René? En primer lugar, fue el continuador, el protagonista del resurgimiento de la Panera, y en suma el indiscutible baluarte del incremento turístico de la zona.

De Madrid vuelve a su tierra, trabaja como auxiliar de Farmacia en el Entrego, mas su espíritu emprendedor no le permite ser estático. Necesita independencia, por eso toma drástica determinación y decide reiniciar el negocio que tanto significó para Collanzo y Comarca.

Invierte en la remodelación de la Pista y convertirla en el Plató. No se arredra, contrata los más prestigiosos conferentes musicales, cantantes como Karina, Jerónimo Granda, etc…

El 6 de enero de 1983, René sortea un viaje a Mallorca para dos personas entre los asiduos a la Discoteca. Varios jóvenes de Collanzo, se proveen de entradas y me las donan, puesto que ellos acaso tendrían sus compromisos en Felechosa el día de Reyes.

Con estas entradas y las que obraban en mi poder había más probabilidades. René elige una persona o mano inocente que extrae de la bolsa papeletas y más papeletas, hasta que me corresponde el premio. Con toda seguridad René esperaba que yo fuese el agraciado. Maravillosa semana en Mallorca junto a Menchu. Gracias René.

También hizo sus pinitos en el cine, estrenando la película “Aventuras de Pinín que de Pinón ye sobrín”.

Finalmente opta por trasladarse a Oviedo mientras Collanzo oscurece, llega la decrepitud ¡qué pena! René triunfa, sus hijas también. Hoy disfruta con sus nietos y es muy feliz, lo cual me alegra en grado sumo.

Inciso – René era el mejor imitador de José el Mudo de Felicidad. Paseando por la calle Uría, en Moreda, casa Pacho, Mieres, etc., llamaba la atención de transeúntes, compadeciendo a este joven que emitía gestos y gritos muy significativos.

En numerosas ocasiones fui testigo presencial del repetitivo acto teatral. Pacho, en su tasca, se enojó cuando René comenzó a hablar después de uno de esos actos. Pues el pobre hombre, decía, ¡pobre chavalín, tan joven y ye mudu! ¡El cabreo fue de campeonato, pues tuvimos que salir de estampida!

La Farmacia José Antonio es el lugar idóneo para cubrir quinielas. No olvidaré la jornada en que llegamos a tener trece aciertos. René recomienda silencio absoluto sobre el asunto. Estamos seguros de convertirnos en millonarios. La desilusión fue mayúscula. Percibimos unas cien pesetas, pues aparecieron millares de acertantes. Entonces había un apartado sobre el boleto en el que había que reflejar una dirección. Nosotros siempre fijábamos como domicilio “El Entuiyu- Robayer”, pero ni con esas.

Ni muchos menos éramos fororos del fútbol, pero desde aquella hecatombe, olvidamos las quinielas, optando por comprar algún cupón al ciego de Moreda, apodado el “Cenizu”, con la misma fortuna.

Algún tiempo jugamos partidos en la plaza con pelotas de trapo, hasta que torcí la nariz de Navarro que estaba agachado. La napia no recuperó jamás la línea recta.

Vecinos de Collanzo lo fueron Josefa y Vicente de Valdevenero. Las anécdotas sobre Vicente abundaban, pero solamente recuerdo el cabreo que cogió el día en que fue rodeado y atacado por millares de moscas, mosquitos y demás dípteros. Se defendió del inusitado ataque blandiendo un cayado y liándose con los bichitos molestos a palo limpio y lanzando improperios.

Familia Josefa García

Alfredo del Pozo.

Como epílogo a esta narración debo mencionar a nuestra familia.

Nuestra madre, Josefa la de Alfredo, natural de Llanos-Aller y nuestro padre, Alfredo el del camión, natural de un pueblecito de la montaña leonesa limítrofe con Asturias de nombre La Uz-Riello.

Siendo casi un niño, él viene para Moreda. De profesión carpintero, más tarde transportista de mercancías con un camión Chevrolet y un vehículo Smobile alquilado muy a menudo por Pepe el de D. Luis.

Nuestra madre, el resto de hermanos, la abuela o tía Ángela, nacidos todos en Llanos y el Abuelo Valentín el “Sastre”, natural de Felechosa, residen en Moreda.

Nuestros padres trasladan el domicilio a Vega de Aller y de aquí a casa de Felicidad en la que nació el único de los hijos, o sea, el “güerria”, “Cucu el de Collanzo”. No recuerdo bien el día del evento. Por motivos ajenos a su voluntad se fue para León a trabajar, regresa a Mieres como carpintero en la construcción del cine Capitol, terminando por aterrizar en Avilés, el año 1951 ó 1952 donde tendría lugar la reunificación familiar el año 1954.

De los avatares padecidos, lucha sin cuartel, sacrificios, dotes caritativas, altruismo, creo no ser el más indicado en resaltar. Solamente quiero expresar mi agradecimiento a todos los vecinos de esta parroquia y de los pueblos que apoyaron sus iniciativas, tales como venta y reventa de productos, fabricación de fideos con una máquina de picar carne para elaboración de embutidos, parroquianos clientes perseverantes y fieles que adquirían los productos, contribuyendo a la crianza de sus hijos, y a sacar adelante una familia. Los apoyos fueron de diversa índole.

¿Alguien recuerda la panorámica ofrecida por la ristra de fideos colgantes de los palos colocados en posición paralela y cubriendo prácticamente la totalidad del corredor de nuestra casa en la Barraca?

¿Y de las pastillas de jabón fabricado por ella con sosa cáustica como una de las materias primas?

¿Del pan blanco y harina, productos adquiridos en Castilla viajando en trenes destartalados y corriendo riesgos de accidentes, sometidos estos “estraperlistas” a la persecución implacable de las autoridades fiscalizadoras?

Repito, Gracias.

Como colofón al relato dedicado a la Parroquia (Llanos, Santibáñez, la Fuente, Collanzo y Cuérigo), quiero agradecer el recibimiento cordial y atenciones (extensible a todos los convecinos del Alto Aller) que me han sido otorgados con alto grado de altruismo y de forma desinteresada, prestándome todo el apoyo moral del que estaba muy necesitado en momentos decisivos, el tiempo comprendido entre el otoño de 1978 y 13 de junio de 1983.

Ese año 1978, entre plazas vacantes de Veterinario Titular elijo Alto- Aller, profesión desempeñada durante unos tres años, circunstancia por la que me consideraba un neófito, siempre que los quince años anteriores los había dedicado a la docencia en Moreda y Avilés, respectivamente. Por eso he de confesar con sinceridad que si primeramente he aprendido mucho de millares de alumnos que pasaron por las aulas, posteriormente tengo a bien reconocer que también he aprendido de los clientes ganaderos del Alto- Aller.

Piedras blancas 31 de enero de 2003

Nota: anécdota

Angel Navarro y éste, nos vamos a Mieres, el objeto de pasear y comprar un timbre de bicicleta. Caminando por la panera, comenzamos a tocar el timbre detrás de los paseantes. Dos agentes uniformados nos invitan a que tomásemos el tren hacia Collanzo

Alfredo del Pozo García

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