ADIÓS A CASA REGUERA

 

A veces una visión práctica de la vida nos lleva a considerar que las cosas tienen valor y sentido en un momento determinado y pasado ese momento lo pierden. No me sucedió eso cuando hace unos días me comentaron sobre el derribo de “Casa Reguera” en Collanzo.

 

A cualquier persona que halla vivido, o simplemente hubiese parado en Collanzo hace años, no le pudo pasar desapercibida aquella casa que haciendo esquina con la plaza, era parada obligatoria para el viajero o la casa de confianza para cualquier vecino del pueblo.

 

Son muchos los recuerdos que me trae a la memoria y las historias que celosamente guardaban los muros de aquella casa. Momentos difíciles como la posguerra, momentos esperanzadores como la década de los sesenta cuando Collanzo era un referente, lugar donde se compraban ilusiones para los más pequeños, detalles para las novias, delicatésen para los sibaritas, y camisas blancas para las bodas y los entierros, cuando se compraba todo en “Casa Reguera” por que ir a Oviedo suponía disponer de un día entero que en muchos casos no había.

 

Recordaré siempre el banco corrido de madera, la cafetera que tan buen café hacía, los cajones detrás del mostrador que guardaban pan, lentejas, garbanzos y harina a granel; los turrones y decorados de navidad; el comedor donde tantos “Cristos” se comió menestra,  carne guisada, panchón y casadiellas; y el patio donde se enfriaba la bebida en el bañal de granito, flaqueando por dos jaulas con canarios y una perra llamada “cuca”.

 

No podré olvidar el puchero de caldo al lado de la cocina de carbón en los fríos días de invierno, la botella del “vino misa”, le jamón y la cecina triados de León, colgados del gancho encima del mostrador.

 

Era tienda, bar y lugar de reunión y tertulia, donde conversaban amistosamente el parroquiano con zapatillas y madreñas y el señor de traje y corbata que venía a comprar botellas raras. Era un punto de encuentro y sin duda una casa “atopadiza”

 

Estoy seguro, que estos días mucha gente sintió pena cuando vieron que estaban tirando “Casa Reguera”. Se acordarían de Juan Reguera, Pepe Reguera, y de todos aquellos que de alguna manera vivieron y pasaron por la casa, porque en cierta manera es como si todos perdiéramos un poco de nuestra propia historia, de la historia del pueblo de Collanzo, y a pesar de llevar varios años cerrada, volvemos a recordar lo que aquella “Casa” supuso en un momento determinado para todos nosotros.

 

Como todo en esta vida, y más en los tiempos que corren, la casa desaparecerá, y rápidamente se construirá un bonito edificio donde los forasteros fijarán su residencia sin saber la historia que albergó aquella casa que hoy queda reducida a un mero solar. Y dentro de unos años, las generaciones venideras, un buen día preguntarán ¿Qué era Casa Reguera?

 

Por eso antes de finalizar, quiero completar el título de esta carta que para bien ser sería: Adios a “Casa Reguera”, adios al pueblo de mis recuerdos, que tanto quise y que nunca olvidaré

 

 

Juan Álvarez Fdez.-Reguera

 

 

(enviado para su publicación a La Nueva España, en Cartas al Director)