PALABRAS EN RECUERDO DE CASTAÑON DE YANANZANES

Hace unos dias comentamos  el fallecimiento de Manolo  Castañon  , muy unido a muchos de nosotros  y deseo poder adjuntar unas palabras   que un un amigo  de Manolo dijo en su  entierro y que trasmiten perfectamnete  nuestras percepciones

Titi

Querido amigo Manolo:

Me dirijo a ti en una alocución directa porque estoy seguro de que, aunque estés ya al otro lado del tiempo, me escuchas sonriente y complacido. Te adivino sosegado, contemplando ya la belleza suprema de las cosas, la que arañaste con tu talento, con tus manos y con los instrumentos de tu trabajo.

Cuando te hablo en primera persona utilizo un yo elástico que engloba al sacerdote que preside esta celebración, a tu esposa Iris, a tus hijos Pablo y Óscar, a tu nuera Sandrine, a la novia de Óscar, a tus parientes y a los amigos que aquí nos hemos reunido en torno tuyo y a otros muchos que te quieren, pero que no han podido venir.

De niños, ambos pasamos largos años estudiando con los dominicos mientras crecíamos en edad y sabiduría. Ellos, los dominicos, nos avituallaron convenientemente para afrontar con sentido común y coraje la vida. No es fácil vivir como es debido y encarar los problemas diarios con criterios morales. Teniendo conciencia del vivir, resulta dramático saber que tenemos que morir. Cuando nacemos, llevamos ya impresa en los genes la fecha de nuestra propia caducidad, fecha enigmática, ya desvelada para ti y que ha marcado el 18 de marzo de 2013 como un punto de inflexión en tu recorrido, el momento en que el tiempo cede el paso a la eternidad, en que la búsqueda cesa por el hallazgo anhelado y la precariedad sufrida se transforma en  plenitud gozosa. Fecha de caducidad, dura y benefactora. Dura porque cierra definitivamente un período y abre las puertas a lo desconocido; benefactora porque proclama una condición que nos iguala a todos y, de tenerla en cuenta, nos ayuda a valorar mucho más el tiempo y  humaniza nuestros comportamientos

Teniendo conciencia de todo ello, lo más natural del mundo es que el instinto nos aferre a la supervivencia y que nosotros busquemos con ahínco la perduración en el tiempo.  No todos los seres humanos tenemos la fortuna de dejar una huella perceptible tras nuestro paso por la vida. Tú, amigo Manolo, has logrado dejar dos hermosas huellas claramente perceptibles, dos ricas herencias que perpetuarán tus presencia en los años venideros:  la primera y principal, tu familia y una larga lista de amigos con quienes has compartido  sonrisas y vivencias; la segunda, de gran valor e incluso genial, una magnífica obra artística, prueba clara de tu gran laboriosidad en pos de la belleza humana que,  gritando, proclaman  materiales como el barro, el bronce, el acero inoxidable y la madera. Nos has dejado dicho que tu obra es un diálogo que entablas al mismo tiempo con el espectador y con los materiales de que te sirves como herramienta para transmitir tus pensamientos y tus sentimientos. De ahí que toda  tu obra gire en torno al hombre: sus logros, su sufrimiento, sus problemas, sus ansiedades, sus ilusiones y sus misterios. Te has servido de la escultura como un lenguaje refinado y culto para revindicar la humanización como camino para contemplar la belleza que nos rodea y como herramienta para construir el paraíso a que aspiramos con todo derecho.

Todavía hace solo unas horas, el sábado pasado, charlábamos animadamente tú, tu hijo Pablo, su mujer Sandrine y un servidor, en la habitación del hospital donde luchabas contra tu enfermedad, recordando peripecias y anécdotas del pasado. Reíais entonces con ganas y animabas la conversación. Centrada esta en los valores fundamentales de la vida, subrayábamos que era preciso aprovechar el tiempo, disfrutarlo explotando el sentido del humor y riendo, sabedores de que es un maravilloso regalo que se nos hace y que nos vuela de las manos sin que nos demos cuenta. Insististe entonces en que no hay que olvidar, sin embargo,  que la vida es también “un valle de lágrimas”, dulce y preciosa metáfora porque las lágrimas, si bien duelen, también consuelan, sobre todo cuando las compartimos y lloramos juntos. Pero concluíamos que debemos dejar esa perspectiva de la vida en la sombra, achicarla e, incluso, de ser posible, anularla, convirtiendo las lágrimas en sonrisas.

Te has ido en momentos difíciles, cuando sufrimos una crisis peliaguda que tanta desazón y desesperación causa. Tu furtiva partida aminora nuestra fuerza para afrontarla, pues nos  priva de tu ánimo y de tu fuerza creativa. Te has ido con un espíritu lleno de proyectos e ilusiones, con la impaciencia de ver que la enfermedad  estaba sometiéndote a unas vacaciones forzosas. No había crisis alguna en tu alma, en tu espíritu emprendedor, en tu fuerza creadora. Tu ejemplo nos exige abrir bien los ojos para apercibirnos de que esta crisis, que tanto nos acongoja y acobarda, está generando riquezas intangibles de gran trascendencia social, pues nos está humanizando a pasos agigantados. No queremos que la gente pase hambre ni que se vea precisada a vivir en la calle y cantamos las cuarenta a cuantos ladrones de guante blanco están despojando a los más pobres. La corrupción ha comenzado a estar mal vista socialmente y a ser valorada como apestosa.  La crisis nos enseña a ser humanos, a secundar tu gran esfuerzo profesional por la humanización del hombre.

Amigo Manolo, nos hemos reunido hoy en torno a ti para elevar juntos una plegaria hacia el cielo, arropándote con nuestro afecto. En ella imploramos que tu nueva andadura sea plenamente gozosa. Pero, no olvides, querido amigo, que se trata de una plegaria de ida y vuelta, pues en ella también requerimos tu sonrisa,  tu optimismo y tu magisterio para aprender a descubrir la belleza de las cosas. Mientras sigamos dando guerra en esta vida todavía durante un tiempo,  con todos nuestros problemas a cuestas, te pedimos que nos eches una mano en la tarea de humanizarnos. Ayúdanos a ver en cada una de tus innumerables obras tu sonrisa y a percibir la fuerza de tu incansable laboriosidad en favor del hombre.

Gracias, amigo Manolo, en nombre de todos los aquí reunidos. Con ellos, dolorido pero gozoso, te digo hasta luego, hasta mañana, hasta siempre. El maravilloso Dios Padre, que todos invocamos como niños y guardamos en lo más recóndito de nuestra conciencia, ya te ha regalado la plenitud de la belleza que con tanto afán has buscado en la materia. Tu  mujer y tus hijos, al hacerte acompañar en tu postrer viaje de las herramientas casi vivas de tu último trabajo, te recuerdan con tan hermoso gesto que debes seguir regalándonos tus pensamientos y tus sentimientos en tus bellas obras. Que Dios te acoja en su dulce seno, te impregne de belleza y te mime para siempre.

Ramón Hernández, Oviedo, 20.03.2013

 

COMENTARIO DE UN GRAN AMIGO  : Nemesio Sánchez Sevillano

4 enero, 2014 en 0:01

 

Salve, maestro Manolo !

Reconoces mi voz y el tono, más que familiar, con el que me dirijo a ti ? Si no me reconocieras, no te lo perdonaría, como nunca le perdoné a mi madre el hecho de que el día de mi primera comunión no me sirviera como desayuno un huevo “estrellado” después de misa (a las doce de la mañana y en ayunas) como lo había hecho con mis hermanos mayores…

“Bueno pues”… te deseo un feliz Año Nuevo (para ti, será eternidad) allí donde te encuentres. Dónde ? Misterio ! Ya nos lo dirás un día… Hay veces que pienso (porque de vez en cuando yo también pienso… y en ti, desgraciado de mí…) que tienes que estar en el limbo, por el niño que siempre llevaste dentro. Otras veces pienso que tienes que estar en el cielo, por aquello que dicen que los “tíos buenos”, Dios los acoge siempre en su seno. Y otras veces pienso que debes estar en el infierno, por aquel “côté” de “cabronazo desbocado” que a veces afloraba en tu piel cuando, sobre todo, el poder y la “justicia” hacían contigo lo único que saben hacer con casi todo el mundo : injusticias.
“Bueno pues”… allí donde estés, feliz Año Nuevo !
No, no te olvidamos, Manolín… y seguirás para siempre presente en nuestro recuerdo. Y esto que te digo, no es una frase retórica, como seguramente escucharías o leerías tantas veces en los papeles del momento después de muerto. Cuando uno muere, “nunca se olvidará” y siempre “fue bueno”… Y tú, sin duda, en tu interior de niño, también te lo creiste… Pero el amigo que siempre te dijo lo que pensaba, hoy te dice que tú también tuviste tus luces y sombras; aunque tengo que reconocer que tuviste más luces que sombras.
No obstante, yo siempre recuerdo tu lado humano, tu corazón grande, tu avaricia
– gula ? – de morder a dentelladas la vida que el destino nos servía en bandeja de plata, la de la amistad, en cada momento (momentos eternos) que vivimos juntos, y que fueron muchos. Y olvido los cabreos que te cogías cuando Iris y yo te decíamos ciertas verdades (las nuestras…) que no admitías. Y recuerdo con nostalgia las noches pasadas en vela en nuestra juventud (tú siempre fuiste pájaro de noche) : noches de vino amargo y rosas en la colina de Montmartre o en los bares de Pigalle; noches blancas, siempre con la botella de vino o güisque (dependiendo de la economía del momento), queriendo rehacer el mundo de los años 70; noches de trabajo en tu taller los días antes de tus exposiciones (sin dejar de lado el vaso y la botella…); días de sueños y de proyectos, muchos realizados y otros que dejamos para más tarde creyendo que seríamos eternos; días de fiestas con los amigos, fiestas que tanto adorábamos, y que dejaban el sabor de la amistad y el placer de vivir intensamente, incluso en la indigencia de viejos estudiantes en nuestra vida bohemia.
De nuestra madurez recuerdo la vida familiar (la de las dos familias) basada en la amistad (fraternidad ?), en la que cuando nos reuníamos, todos los días – y noches – eran fiesta, ya fuera en vacaciones de verano, de Navidad, de Pascua o en fines de semana. Recuerdo con placer las picias que me hacía tu hijo Oscar con sus bombas-globos llenos de agua, por lo que se quedó con el apodo familiar de “El terrorista”; las bromas que te gastábamos tu hijo Pablo y yo cuando te tratábamos de “hormiguita”, por los “tesoros” que encontrabas al lado de los cubos de la basura de todo París y que entrojabas en tu hormiguero-taller para luego darle una nueva vida con tus manos de artista. Recuerdo con cariño las mentiras “piadosas” que le metía a tus hijos aún niños y que ellos vivían como realidades cuando se trataba del Papá Noel, en Navidad, o en los “safaris” que con ellos hacía en busca de elefantes blancos, ya fuera en los parques de París, ya en los de aquí, en Bruselas…
Recuerdos y recuerdos bellos que seguimos viviendo en tu ausencia-presente.
Pero hay otra cosa, la más importante de tu vida (aparte de tu familia) que no tenemos que recordar porque está ahí, yo diría, en carne y hueso : tu obra artística; tu obra, de carne y hueso, que despide vida et irradia espiritualidad y humanidad, tanta como la que tú tenías. Tú eras eso : ante todo hombre-artista, el mismo que un día definí descriptivamente :

“No es santo, ni político, ni profeta…
es hombre entre los hombres,
es testimonio de alegrías y tristezas,
es “el revolucionario”,
agitador de espíritus,
terrorista de conciencias.
Sin prostituirse en el lumpen mafioso y carcelario
de parlamentos o de iglesias,
él busca en solitario el camino de la belleza,
el rostro escondido en el corazón de las cosas
y pone de manifiesto que lo bello
en el hombre brilla muchas veces
por su frecuente ausencia”.

Eso eras, y todo lo demás, las múltiple materias, formas y técnicas que utilizaste, estaban sujetas al raciocinio (instinto en ti) de lo humano, artista-poeta que eras y que, seguramente, seguirás siendo allí donde estés, esperándome (esperándonos) para emborracharnos juntos de nuevo; pero esta vez, con el polvo de las estrellas.

NEMESIO SÁNCHEZ

 

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